Pocos
atienden en un restaurante de la calle Saadoun, en el centro de
Bagdad, al canal estatal Al Iraqiya. El ministro del Petróleo
iraquí, Abdul Karim Luaibi, denuncia que peshmergas, fuerzas armadas
kurdas, han tomado dos yacimientos
de petróleo en
el norte del país. Es Ramadán.
Los que allí almuerzan son, sobre todo, viajeros sin obligación de
respetar el ayuno. El ministro, entre el bullicio de platos y tazas,
recrimina a los peshmergas el asalto y alerta de las posibles
consecuencias. Unas horas antes, el titular de Exteriores, Hoshiyar
Zebari, anunciaba que el bloque kurdo, con el que comparte etnia, se
retiraba de las negociaciones para formar nuevo
Gobierno.
La escalada de tensión entre el Kurdistán iraquí y Bagdad sube de
escalón.
Las
palabras de Zebari llegaban 48 horas después de que el primer
ministro saliente, el chií Nuri al Maliki, acusase al Gobierno
regional kurdo, autónomo en el noreste iraquí, de alojar a los
“terroristas” del Estado
Islámico (EI).
Hace ahora un
mes que los peshmergas tomaron el control de
gran parte de Kirkuk, ante el abandono de los soldados del Ejército
por la llegada de los yihadistas. Kirkuk está situada a unos 80
kilómetros al sur de Erbil, capital del Kurdistán iraquí.
Lo
que menos necesitaba la frágil convivencia entre chiíes, suníes y
kurdos era que miles de yihadistas atravesaran la frontera siria. La
gestión de la crisis, más las divisiones sectarias, han
obstaculizado la formación de un nuevo Gobierno. Y ya van tres meses
desde las elecciones. Dirigentes de uno u otro partido coinciden en
que la Constitución impone el “consenso”. Desde laintervención
estadounidense,
ese consenso pasa además por elegir a un presidente kurdo, un primer
ministro chií y un presidente del Parlamento suní. Hasta ahora, los
kurdos ponían de condición para dialogar que se negociasen los tres
cargos de una tacada y no uno a uno. Desde este viernes, ni siquiera
quieren sentarse a la mesa.
Los
peshmergas se hicieron al alba con los yacimientos de Kirkuk y Bai
Hasan, echaron al personal de la estatal Compañía de Petróleo del
Norte y lo sustituyeron por nuevos empleados. “El Gobierno se ha
visto obligado a actuar para proteger las instalaciones”, ha
manifestado un miembro del Gobierno kurdo a Reuters,
“tras conocer que funcionarios del Ministerio del Petróleo
planeaban sabotearlas. Desde ahora estarán bajo nuestro mando y
esperamos reiniciar las operaciones pronto”.
El
comercio de petróleo pasa
por el control de Bagdad. En el caso del crudo extraído de los pozos
kurdos, el Estado cede a cambio un 17% de los ingresos, aunque las
autoridades kurdas cifran en un 10% lo recibido, y aspiran a un 25%
del pastel. Desde que el EI partiese el norte en pedazos —controla
la mayor refinería del
país, en Baiji—, el Gobierno regional kurdo, presidido por Masud
Barzani, ha aprovechado para multiplicar el bombeo y exportar sin
permiso estatal a través del puerto turco de Ceyhan. Según cálculos
de la Agencia
Internacional de la Energía,
el Kurdistán
duplicó en junio su producción hasta
los 360.000 barriles al día (el total en Irak ronda los 2,6
millones).