El tiempo vuela en la crisis del euro, pero aquella cumbre ha quedado grabada en la memoria colectiva. Ocurrió a finales de junio en otra cita trascendental para la estabilidad de la moneda única. En un movimiento sorpresa, Mariano Rajoy y Mario Monti se unieron para bloquear el encuentro hasta que Angela Merkel aceptara sus peticiones. La canciller, a la que François Hollande también le dio la espalda, se vio acorralada y cedió. El acuerdo, entre otras cosas, incluyó la recapitalización directa de la banca española a través del fondo de rescate. Tres meses después, Berlín ha dado marcha atrás. La decisión resucitó ayer los nervios en los mercados y desató las críticas de una incrédula Comisión.
La recapitalización directa de la banca se ideó para que España no asumiera en solitario el peso del saneamiento del sector. Las cifras definitivas todavía no se conocen, pero los socios han puesto a disposición del Gobierno un crédito de hasta 100.000 millones en forma de rescate bancario. Este colosal préstamo tiene un impacto directo en el déficit y el nivel de deuda, lo que multiplica las dudas de los inversores ante unas cuentas públicas ya muy cuestionadas. Por ello, el presidente presionó hasta el final a Merkel para que aceptara que el salvavidas se canalizara directamente a las entidades sin tocar las finanzas nacionales.
La canciller germana, que salió de la cumbre como la gran derrotada, dijo 'sí' a las exigencias de Rajoy. En la declaración final de la cita, se acordó que el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE) asumiría las inyecciones directas con una «condicionalidad adecuada». El documento, sin embargo, no recogió ninguna mención expresa de la banca española, que para entonces ya había inicado el proceso de saneamiento en el marco del rescate. Pese a la indefinición por escrito, todos los líderes explicaron que el pacto tendría un carácter retroactivo del que se beneficiarían España e Irlanda, otro socio que ha apuntalado su banca con el respaldo europeo.
Tres meses después, no hay duda de que los socios interpretan de forma muy diferente el acuerdo. Alemania, Holanda y Finlandia desvelaron en la tarde del martes que la recapitalización directa es una medida de futuro y no afecta a los «activos heredados». Los ministros de Finanzas de los tres socios difundieron un comunicado conjunto tras reunirse en Helsinki en el que dejaban claro que España e Irlanda deben cargar con el saneamiento de su banca. En el caso específico español, el trío animó al Gobierno a olvidarse de nuevos salvavidas y a perserverar con los ajustes porque resultan esenciales para «garantizar la estabilidad financiera».
«Ni opinión ni teoría»
Bruselas acogió ayer con sorpresa la relectura de los acuerdos realizada por los 'duros' habituales de la Eurozona. La Comisión no ocultó su malestar por una situación que ya se ha repetido en otras ocasiones y mina los esfuerzos de la UE para atajar las turbulencias. El BCE ha repetido en distintos momentos que parte de la elevada prima de riesgo que padecen España e Italia se debe a las dudas que albergan los inversores por el compromiso de los socios con la moneda única. Bruselas prometió que presionará para que los países «respeten el mandato» de la cumbre de junio. El primer ministro irlandés, Enda Kenny, abundó en las críticas al recordar que el pacto «no fue una opinión ni ninguna teoría».
La marcha atrás del trío encabezado por Alemania se produce en la recta final de las negociaciones para la entrada en funcionamiento del MEDE, que estará operativo a partir del 8 de octubre. Pese a la proximidad de la fecha, la recapitalización directa no solo depende de la activación del fondo de rescate permanente. La otra condición ineludible es que se ponga en marcha el supervisor bancario común. En este ámbito, el diálogo está todavía más atascado aunque los socios acordaron que iniciaría sus tareas en enero.
Berlín también ha rebajado las expectativas de poder avanzar rápidamente en el supervisor único y reclama más calma para garantizar un sistema de «calidad». El país germano se opone frontalmente a que el BCE, que asumirá los nuevos poderes de vigilancia, controle todos los bancos de la zona euro en lugar de ceñirse a los de mayor tamaño. Las tranquilidad exhibida por Alemania preocupa a Bruselas, que considera crucial un acuerdo inmediato para que los mercados recuperen la confianza en la divisa común.
